Para
mí el pajeo, jalarse la tripa o como se diga es una de las mejores cosas que me
pueden pasar en el día te libera, te desestresa, te quita tensiones y demás
virtudes que son infinitas; sin embargo, llega un momento en el que esta
práctica se vuelve un vicio, en una manía, casi en una droga.
Desde
la primera vez que me “jale la pieza”, no he parado hasta ahora lo hago en mi
casa, en la casa de mi novia, en cualquier otra casa, en la universidad o en cualquier sitio, pero últimamente ha
este modo de vida ya le voy encontrando algunos defectos bastante incómodos.
Quizás el más incomodo es cuando me levanto con el pene erecto, en mi caso a mi
me parece incomodo, porque lo primero que hago cuando me levanto es ir a mear y
simplemente no se puede porque tengo la vaina más dura que una piedra, además
cuando alguien entra a mi cuarto en especial mi hermana o mi madre se ganan con
el espectáculo que doy por mis erecciones inconscientes.
Tal
vez otro defecto considerable que me ha ocurrido por esta manía casi enfermiza
es que cada vez que veo un buen culo, bien puesto y parado o un par de tetas
grandes y con los pezones en punta mi organismo reacciona inmediatamente, ya es
algo inevitable y me ha hecho pasar por momentos vergonzosos.
Así
se sea consciente de mi condición siempre me masturbare hasta que ya no se me
pueda parar el pene.
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