domingo, 20 de noviembre de 2011

Malditas erecciones.


Para mí el pajeo, jalarse la tripa o como se diga es una de las mejores cosas que me pueden pasar en el día te libera, te desestresa, te quita tensiones y demás virtudes que son infinitas; sin embargo, llega un momento en el que esta práctica se vuelve un vicio, en una manía, casi en una droga.

Desde la primera vez que me “jale la pieza”, no he parado hasta ahora lo hago en mi casa, en la casa de mi novia, en cualquier otra casa, en la universidad  o en cualquier sitio, pero últimamente ha este modo de vida ya le voy encontrando algunos defectos bastante incómodos. Quizás el más incomodo es cuando me levanto con el pene erecto, en mi caso a mi me parece incomodo, porque lo primero que hago cuando me levanto es ir a mear y simplemente no se puede porque tengo la vaina más dura que una piedra, además cuando alguien entra a mi cuarto en especial mi hermana o mi madre se ganan con el espectáculo que doy por mis erecciones inconscientes.

Tal vez otro defecto considerable que me ha ocurrido por esta manía casi enfermiza es que cada vez que veo un buen culo, bien puesto y parado o un par de tetas grandes y con los pezones en punta mi organismo reacciona inmediatamente, ya es algo inevitable y me ha hecho pasar por momentos vergonzosos.

Así se sea consciente de mi condición siempre me masturbare hasta que ya no se me pueda parar el pene.

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